Hablemos de... Egoismo
No siempre puedo, o debo, hablar de temas “agradables” para gestionar nuestra Marca Personal, a veces, se deben tocar algunos temas incómodos y que nos conviene NO IGNORAR.
Vivimos una época en la que el egoísmo relacional se ha normalizado peligrosamente. Personas que dejan solicitudes de Linkedin en pendiente durante meses. Mensajes leídos y nunca respondidos. Correos ignorados como si nunca hubieran llegado. Y la mayor parte de veces nos justificamos a nosotros mismos diciendo “no tengo tiempo”, “mas tarde le respondo” o “no me aporta nada”. Y, paradójicamente, cuando alguien nos lo hace a nosotros nos ofendendemos.
Esto no es una cuestión de agenda. Es una cuestión de marca personal.
Porque en un mundo hiperconectado, donde todos hablamos de networking, comunidad y relaciones estratégicas, el egoísmo se ha convertido en uno de los defectos más silenciosos —y más dañinos— para la reputación. Y lo peor es que muchos no lo ven venir.
El egoísmo AL IGUAL QUE EL SILENCIO también comunica
En marca personal hay una verdad irrefutable: todo comunica, incluso cuando decides no hacer nada. No responder también es un mensaje. Dejar en visto también es un posicionamiento. Ignorar también deja huella.
Cuando no respondes un mensaje, la otra persona no piensa “está ocupado”. Piensa “no le importo”, “se cree mucho”, “después que no me busque”; y muchos posicionamientos mentales que calan profunda y negativamente. Tal vez esa no sea tu intención, pero en comunicación —y especialmente en reputación— la intención importa menos que el efecto.
Muchos creen que ese silencio pasa desapercibido. REACCIONA… la gente recuerda; tal vez no te lo diga, pero registra en su mente cómo la hiciste sentir. Y eso no se olvida.
El problema no es decir que no. El problema es no decir nada. Un “gracias, ahora no” construye respeto. El silencio destruye confianza. Y ya hemos hablado mil veces de la importancia de la confianza.
El networking egoístA
Existe una forma de hacer networking que te puede hacer sentir que eres estratégico o muy inteligente, pero en realidad es profundamente torpe: el networking egoísta. Ese que basas en tus interes inmediatos: en el que respondes si me sirves, que te escucho si tienes poder y que te doy espacio si veo un beneficio claro y rápido.
Este tipo de comportamiento puede dar resultados en el corto plazo, pero genera un daño acumulativo enorme. Porque convierte las relaciones en utilidades y olvida los principios básicos del networking que para mi son: coherencia, generosidad y reciprocidad. Y, más grave, quema puentes antes de saber si algún día los necesitarás.
Y aquí aparece una paradoja que te puedo dar por sentada: quien hoy ignora, mañana necesita. El mundo profesional es pequeño. Las vueltas de la vida son rápidas. Hoy puedes sentir que no necesitas a nadie; mañana puedes descubrir que alguien a quien ignoraste era justo la persona que podía abrirte una puerta.
TAN NORMAL QUE LO BAUTIZAMOS
Iniciaba diciendo que este egoismo digital se ha normalizado, y el egoísmo relacional se ha vuelto tan frecuente que la cultura digital tuvo que ponerle nombre. Y cuando algo tiene nombre, es porque dejó de ser anecdótico para convertirse en patrón.
Hoy hablamos de ghosting para referirnos a esa práctica cobarde de desaparecer sin explicación. Leíste el mensaje, viste el correo, aceptaste la solicitud… y luego silencio absoluto. La persona queda hablando sola, preguntándose qué hizo mal, mientras el otro simplemente se esfuma sin asumir ninguna responsabilidad comunicacional.
También hablamos de baneo o soft block, cuando alguien decide ignorarte deliberadamente sin bloquearte formalmente. Sigues ahí, visible, pero inexistente. Te leen, te ven, te consumen… pero no te responden. Es una forma elegante —y profundamente pasivo-agresiva— de decir “no me importas lo suficiente como para darte una respuesta”.
A esto se suma el breadcrumbing, esa práctica de dar pequeñas migajas de atención para mantener a alguien “en espera”: un emoji, un “luego lo vemos”, un “te escribo”. Solo una falsa expectativa que beneficia a quien controla el ritmo y desgasta a quien espera.
En el ámbito profesional aparece también el benching: te mantienen “en la banca”, como contacto potencial, por si algún día sirves, pero sin una relación real ni compromiso genuino. No te descartan… pero tampoco te integran.
Y quizás el más sutil de todos y que yo nunca había escuchado: la curación egoísta, cuando alguien consume tu contenido, observa tu trabajo, se beneficia de tus ideas, pero jamás interactúa, reconoce o devuelve el gesto.
Todo esto tiene algo en común: la deshumanización del otro. Convertimos a las personas en opciones, en utilidades, en posibilidades futuras. Y cuando tratamos a la gente como objetos, nuestra marca personal paga el precio.
Porque ponerle nombre al ghosteo, al baneo o al breadcrumbing no los hace menos dañinos. Al contrario: evidencia hasta qué punto hemos normalizado prácticas que erosionan la confianza, debilitan los vínculos y empobrecen el tejido social y profesional.
Y aquí es donde la marca personal entra en juego con toda su fuerza: puedes ghostear, banear o ignorar… pero no puedes evitar que eso construya una percepción sobre ti.
La generosidad NO ES INGENUIDAD
Ser generoso no significa decir que sí a todo o a todos. No significa regalar tu tiempo sin respeto al mismo. No significa perder foco ni estrategia. La generosidad bien entendida es claridad, respeto y humanidad.
Responder, aunque sea para decir no, te muestra como alguien educado. Ser amable sin esperar nada inmediato te vuelve memorable. Mostrar interés genuino, incluso cuando no hay una ganancia evidente, construye relaciones a largo plazo.
La generosidad es una inversión reputacional silenciosa. No monetiza de forma inmediata, pero genera algo mucho más valioso: recomendación, reputación y goodwill. Y eso, en momentos clave —crisis, decisiones, oportunidades— no tienen precio.
Las marcas personales que perduran siempre son las que reflejan con mayor claridad los valores humanos. Las que entienden que el networking no es acumular contactos, sino cultivar relaciones.
ACORDE A LAS FESTIVIDADES
Estamos cerca de Navidad. De fin de año. De balances personales y profesionales. Y quiero dejarte con un ejercicio simple, pero profundamente revelador.
Revisa tu WhatsApp.
Revisa tu LinkedIn.
Revisa tu correo.
Mira a quién tienes en visto. A quién nunca respondiste. A quién ignoraste porque “no te aportaba”. No para castigarte (no es Un Cuento de Navidad); sino para corregir.
Y sólo por curiosidad, revisa cuanta personas te han dejado en visto, te mantienen el Pendiente en Linkedin desde hace meses, o no te han respondido un mensaje o un correo. Yo lo hice y eso me empujó a escribir este artículo, porque hay tanta gente que con absoluto desinterés o desde la generosidad de crear comunidad he enviado una solicitud de contacto, y tras varios meses sigue siendo ignorado.
Porque la marca personal no se trata solo de crecer, sino de cómo creces. No se trata solo de llegar lejos, sino de con quién llegas. Y al final del día, la reputación no se eleva con grandes discursos, sino con pequeños gestos sostenidos en el tiempo.
Y qué mejor momento que estas fiestas para ser un poco más generosos, más humanos y más coherentes. Tal vez el mejor regalo de este fin de año no sea un post… sino una respuesta pendiente.